Publicado el 13 del 11 de 2012
Viene de aquí.
Una
respuesta muy breve a esta pregunta podría ser: junto con los océanos y
evidentemente, junto con la fuente predominante de calor para la Tierra; el
Sol, los tiene todos. Pues la atmósfera, junto con los océanos, distribuye la
temperatura recibida del Sol por todo el globo a lo largo de la capa terrestre
denominada biosfera de una forma relativamente homogénea si comparamos la
temperatura a lo largo de la superficie de un astro sin atmósfera con órbita
cercana a la terrestre con la del nuestro. Un astro sin atmósfera y sin océanos
líquidos como la Luna no presenta ninguna amortiguación de la temperatura en su
superficie y de noche, cuando el Sol no incide sobre ella, esta presenta una
temperatura muy cercana a la que hay en el espacio exterior. Pero, además, la
atmósfera retiene el calor del Sol por una propiedad que se traduce en el
denominado efecto invernadero
¿Y
de dónde viene la atmósfera terrestre?
La
primera atmósfera era pues no oxidante, o al menos no tan oxidante como la
actual. Se presume que el cambio a atmósfera oxidante (que seguramente debió
presentar mucho mayor porcentaje de oxígeno que la de ahora) se debió a la
liberación de oxígeno molecular como residuo metabólico de los primeros seres
fotosintéticos.
Actualmente,
la actividad volcánica no supone un gran aporte de gases a la atmósfera y dado
que las órbitas de los cuerpos celestes más grandes trazan trayectorias
bastante limpias de rumbos de colisión, tras miles de millones de años de grandes
y numerosísimas colisiones entre todos los cuerpos del sistema solar, la
aportación de gases por parte de meteoritos es tan escasa que puede despreciarse.
Así pues, puede decirse que la composición de la atmósfera terrestre ya no
varía apreciablemente debido a procesos geológicos y astronómicos, y está
formada mayoritariamente por O2, N2 y CO2, manteniéndose
a lo largo del tiempo a unas concentraciones determinadas y relativamente constantes debido a la actividad
biológica. Siguiendo las explicaciones de Lovelock, en sus simulaciones, podemos
entender que, al margen de lo que pueda estar relacionado con el ser
humano, la vida en la Tierra no tiene en absoluto ninguna pretensión de
mantener unas condiciones terrestres medianamente óptimas para ella misma, y
sin embargo, hasta cierto nivel, lo hace.
Ahora
bien, la gran mayoría de los organismos vivos terrestres son tremendamente
sensibles a las consecuencias que los cambios de concentración atmosférica de
algunos de estos gases pueden producir en la Tierra. Tanto es así, que algunas
grandes extinciones ocurridas a lo largo de la historia de la Tierra se asocian
directamente a cambios climáticos provocados a su vez por un cambio en los
niveles de los distintos gases de la atmósfera.
Pero
¿a qué se debe esto?
La
principal fuente de calor de nuestro planeta es la radiación infrarroja
(longitud de onda por debajo de la longitud de onda de luz correspondiente a la
que vemos como rojo) proveniente de nuestra estrella, el Sol. Este calor es
inmediatamente reflejado por la superficie terrestre, de modo que, en ausencia
de atmósfera terrestre, este sería devuelto al espacio casi en su totalidad.
Sin embargo, gracias a la composición de la atmósfera de nuestro planeta, esta
actúa como una pantalla que impide la salida de gran parte de esa radiación
rebotada por la superficie. Además, la atmósfera, junto con los océanos, actúa
hasta cierto punto como un disipador del calor por todas las partes del globo,
lo cual evita el calentamiento excesivo de la superficie terrestre.
Al
efecto pantalla sobre la radiación solar que provoca la atmósfera se le
denomina efecto invernadero y fue y es indispensable para el mantenimiento de
la vida en la Tierra, pues como ya se ha indicado, la vida terrestre, o al menos la mayor parte de la vida terrestre, requiere un margen
bastante acotado de condiciones de temperatura para subsistir.
Aunque
existen más, actualmente, el principal gas causante de este efecto invernadero
es el CO2. Este gas es producido naturalmente por la respiración
oxidativa en organismos del reino animal, en los protozoos y por los organismos
vegetales en ausencia de luz, cuando la fotosíntesis es inviable, en plantas, y
algas uni- y pluricelulares y en algunos procariotas que como residuo emiten O2
a la atmosfera, así como en algunos animales que lo usan para formar estructuras
calcáreas como el coral. Se asume que el equilibrio relativo entre estos dos
gases comenzó a suceder con la aparición de los primeros seres unicelulares
fotosintéticos, hace unos 4.000 millones de años.
La
intervención de mecanismos abióticos en la proporción de gases O2/CO2
también existe y se debe al aporte de CO2 por parte de la actividad
volcánica, aunque en este caso y en la actualidad, la carga de este gas a nivel
global, pese a ser notable respecto a la aportación meteorítica, sigue siendo
tan ínfima en relación al volumen de CO2 de atmosférico que también puede
menospreciarse.
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