Este texto que escribí en 2003 fue una idea que ya
había aclarado en 1996.
Al
final del texto agregaré la situación que vivimos hoy en día al respecto (2018).
Comenzaré
tratando de contestar muy brevemente (y por lo tanto, sin poder evitar cierto
reduccionismo) a:
¿Cuál es la situación social y política del mundo?
En
primer lugar, debo decir que pese a que alguno use sus propias metodologías
político-económicas, todos los países de este mundo están conviviendo con mayor
o menor éxito en un sistema capitalista global muy poderoso implantado tras la
guerra fría, podría decirse que incluso antes de la caída del muro de Berlín, si
consideramos este hecho histórico como un síntoma de los nuevos acontecimientos
que estaban sucediendo y no una causa de lo que se iba a formalizar: la
globalización neoliberal, dónde los humanos seríamos definidos formalmente como
recursos del capital de algunos.
Tenemos
que admitir además que, aunque el tándem gobiernos-megacorporaciones, que ahora
tienen el poder del mundo, probablemente cambiarán durante este siglo, es
difícil imaginarse que los mecanismos económicos y sociales por los cuales se
regirá el acaparamiento del poder vayan a cambiar a corto o medio plazo.
Es
decir, en las circunstancias en dónde la población se enfrenta a los poderes
neoliberales, la primera tiene más papeletas de perder batallas que de ganarlas.
En contraposición con el incremento de la importancia de los poderes públicos
frente a los privados que ocurría a principios del siglo XX, estamos en una
época en la que ocurre todo lo contrario y dónde en todo el mundo, lo público
retrocede frente al negocio de la explotación y la especulación, lo cual tendrá
consecuencias nefastas tarde o temprano por no ser sistemas económicos
sostenibles y por ir dirigidos a intensificar cada vez más el acaparamiento del
poder en élites nuevas pero sobre todo en élites de herencia pasada.
Pero ¿qué tiene que ver esto con la ciencia y la
tecnología?
Pues
bien, la clave fundamental de la distribución del poder está en la gestión de los
recursos, de modo que si los recursos son privados será muy difícil, sino
imposible que las sociedades puedan mantener un poder que decelere la tendencia
del control privado de todo lo que existe en nuestro planeta. Y hay dos ejes
fundamentales entre los que se pueden dividir los recursos que dictaminan quien
o quienes tienen las cartas del juego en sus sociedades: la energía, la ciencia
y la tecnología, es decir, reduciéndolo un poco, el I+D, pues si bien los
cambios del uso de los recursos energéticos pueden favorecer la distribución
más equitativa y democrática de la riqueza, es decir, del poder, estos suelen ser
consecuencia directa de la ciencia y la tecnología.
Y
es por eso que voy a centrarme en este último eje y no en la energía, porque,
en definitiva, es el que puede favorecer posibles cambios sociales a muchos
niveles de un modo que por mucho que lo intentemos, ninguno de nosotros puede llegar
a predecir.
Ciencia
y tecnología se agrupan en el formato I+D pues forman parte de un mismo
paquete. La tecnología es una herramienta imprescindible para el desarrollo de
la ciencia y el desarrollo de la ciencia genera nuevo conocimiento científico
que en algunas ocasiones puede originar ideas para el desarrollo de nuevas
tecnologías. Lo de “algunas ocasiones” es crucial, dado que la posible
aplicación de la ciencia a los avances tecnológicos más notorios es un hecho meramente
fortuito, cuya probabilidad aumenta con la inversión en ciencia básica.
¿Por qué es importante la ciencia?
Bueno,
solo hay dos razones para estar en este círculo del desarrollo
ciencia-tecnología que acabo de mencionar, pero son dos razones muy importantes.
La
primera es la competencia.
Ya
expliqué que estamos inmersos en la sociedad del capitalismo, y lo estaremos
previsiblemente por mucho tiempo, lo queramos o no, aunque en los peores pronósticos
pueda parecerse más a una especie de faraonismo o pese a que en los mejores, vayamos
a ser capaces de suavizar sus efectos más nocivos enfrentando el valor del ser
humano y la sociedad del bienestar global al del hiperconsumismo por parte de
algunos y de la miseria por parte de la mayoría.
Pero
para que la segunda posibilidad se pueda hacer realidad, los países tendrán que
competir con los intereses privados, dado que, en caso contrario, el poder
absoluto quedaría en manos de las empresas, y los recursos humanos seríamos
desprendidos de cualquier mínimo derecho humano. Esto no es una exageración ni
es un intento de demonizar el poder privado, solo es una exposición de una
descripción, pues cualquier empresa solo tiene, por definición, un único
objetivo: el beneficio económico cueste lo que cueste, debiéndose únicamente a
las leyes de los países que no pueden esquivar.
Pero
alguien podría tener la duda ¿es cierto eso en todos los casos?, ¿no podría existir
un interés de un poder privado en mejorar o garantizar el bienestar humano
independientemente de la existencia de leyes de obligado cumplimiento
establecidas por los poderes públicos? Sí, de hecho, a veces sucede, pero o ocurre
por parte de intereses económicos (y la situación de competencia en el libre
mercado no propicia que esto suceda) o proviene de extrañas filantropías por
parte de poderes privados que han arrasado con su competencia. Así que, dado
que ambas cosas suceden de forma arbitraria y son infrecuentes y poco
consistentes, no deberíamos confiar nuestro bienestar o nustra seguridad al
poder privado, porque cuando esto ocurre, lo más probable es que la cosa acabe
bastante mal, y de esto se han hecho eco películas de ciencia ficción como
“Blade Runner” o “Alien” o series como “The expanse”.
Aunque
queramos cambiar este sistema económico y las reglas del juego, intentar
hacerlo de espaldas a la ciencia y la tecnología sería infructífero porque
estas son las únicas herramientas de poder, además de su participación como votante
y consumidor, que, a día de hoy, podría manejar la ciudadanía.
La
segunda razón es la conservación y el aumento del conocimiento, dado que todo
lo que podemos aprender sobre el Universo es solo y finalmente conocimiento.
Aunque
el conocimiento de por sí no es ni positivo ni negativo para la humanidad
porque depende del uso que hagamos de él, este es el único medio a través del
cual podríamos alcanzar una sociedad cada vez más igualitaria globalmente. Pero
esto también implica que podría ser un medio para alcanzar las pesadillas más
escalofriantes. Y es precisamente por esto por lo que la sociedad en general
debería estar implicada en la divulgación de la ciencia y de lo que hacen sus
gobiernos al respecto de su inversión pública o respecto a la ética de la
reglamentación en su uso tanto en el plano público como en el privado. Porque
el conocimiento científico tenderá a desarrollarse por parte de poderes
privados sí o sí, con o sin que la población se involucre en que los poderes
públicos no abandonen la ciencia.
Pero
centrándonos en lo positivo y aunque parezca ficción, el conocimiento podría
ayudarnos a escapar de este planeta antes de que el Sol u otros acontecimientos
astronómicos, que supuestamente aún estarán fuera del alcance de nuestro
posible futuro control tecnológico cuando lleguen a suceder, acaben con nuestro
planeta. Es también posible que la ciencia y la tecnología nos ayuden a
competir contra otras civilizaciones extrasolares o, por el contrario, a ser
interesantes para que se nos incluyan en un club interestelar que funcione
mejor que la Unión Europea o ¿quién sabe?, a lo mejor, la ciencia y la
tecnología humanas podrían tener un papel fundamental en la erradicación de
algún tipo de vida extraterrestre que llegue a contaminarnos.
Nadie
puede saber cómo un descubrimiento podría ser útil para nosotros. Pero tenemos
evidentes pruebas de que la civilización humana no existiría sin el desarrollo
tecnológico y, por lo tanto, sin el desarrollo científico. Podría decirse que
la diferencia fundamental que nos diferencia de los bonobos, de los chimpancés
o de los delfines, es nuestra capacidad de generar el I+D con el que nos
beneficiamos o con el que nos perjudicamos.
Finalmente,
podemos entender que la investigación no solo es importante para la economía de
un país, sino también para nuestros intereses sociales y éticos.
Si no sabemos qué hacemos los científicos ahora, no podemos tener una opinión razonable o con un mínimo de criterio sobre los aspectos científicos que nos afectan y que nos afectarán en un futuro próximo. Y la mejor manera de conocer el buen camino (desde el punto de vista ético, se entiende) de la aplicación de la ciencia, es promover la inversión en ciencia por parte de la sociedad.
Si no sabemos qué hacemos los científicos ahora, no podemos tener una opinión razonable o con un mínimo de criterio sobre los aspectos científicos que nos afectan y que nos afectarán en un futuro próximo. Y la mejor manera de conocer el buen camino (desde el punto de vista ético, se entiende) de la aplicación de la ciencia, es promover la inversión en ciencia por parte de la sociedad.
Entonces considerando su importancia para nuestra
especie. ¿Cómo es la salud de la ciencia en el mundo?
Aunque
cada país tiene su forma de sacar beneficios económicos, muchos países con una
herencia histórica afortunada en cuanto al control financiero, recursos
monetarios, energéticos o materiales, suelen invertir más en políticas que
propicien el desarrollo privado de la ciencia y la tecnología o directamente
como empresas públicas, que los más desafortunados en cuanto a su pobreza
económica, ya sea por un expolio histórico por potencias extranjeras, por su
situación geográfica o cualquier otra razón. La explicación podría ser que el
beneficio de la ciencia y la tecnología requiere mucha inversión y que esta sea
constante para que dé sus frutos, mientras que otras formas de vida como podría
ser el turismo o una economía basada en la producción de productos básicos como
la agricultura y la ganadería, aportan menos ingresos a muy corto plazo y con
poca inversión en comparación con el caso anterior. Es decir, son economías
basadas en muy baja inversión, pero también con muy baja rentabilidad, y nula
capacidad de competencia a largo plazo. Así que, de este modo, en la mayor
parte de los casos, el país no progresa, sino que tiende a estancarse en su
propia economía de subsistencia a corto plazo y de forma indefinida. Por el
contrario, poseer conocimientos avanzados en ciencia y tecnología es clave para
la continua competencia entre naciones o empresas, por lo que el país tiende a
enriquecerse. Eso sí, si la inversión es privada esto solo sucederá si las
empresas permanecen en el país pagando impuestos y revirtiendo, por lo tanto,
directa o indirectamente, parte de sus beneficios en la sociedad.
Pero
siendo inicialmente una consecuencia de una riqueza heredada o habiendo
obtenido esa riqueza de la inversión en ciencia y tecnología, lo cierto es que
no se conoce un medio más eficaz de que una sociedad prospere de forma estable
a lo largo del tiempo que no sea partiendo de la inversión en ciencia y
tecnología, y en educación, que, aunque hay excepciones, suele venir acompañándolas,
debido a la necesidad de formar futuros trabajadores cualificados para los
puestos que el desarrollo tecnológico y científico requiere.
Esto
repercute en que, del mismo modo que sucede con el dinero, la ciencia y la
tecnología tienen una distribución muy diferente en el mundo y la consecuencia
directa de ello es que esta distribución de la riqueza mundial tiende a
mantenerse. Los países pobres, que suelen estar geolocalizados al sur, no
suelen invertir mucho en I+D, si es que conocen el sector y por lo tanto no
salen nunca de esa pobreza. Es una enfermedad crónica.
Así,
en el mapa mundial, excepto en algunos casos, se invierte más en ciencia en los
países del hemisferio norte que en los del sur. Países como Estados Unidos,
Canadá, Rusia y la parte norte de Europa gastan más dinero en relación al
número de habitantes que América del Sur o África.
Y
esto también ocurre a menor escala. Por ejemplo, en la Unión Europea, aunque
pueda parecer muy simplista, y pese a que haya muchos matices que añadir al
respecto, desde la perspectiva del capitalismo neoliberal en el que vivimos es
posible trazar una línea en el mapa que separaría a los países más ricos de los
países más pobres de la Unión Europea. Aunque esta línea es menos clara porque
existen excepciones y es oblicua, dado que los países más pobres de la UE se
concentran en el Mediterráneo y en las zonas que hicieron frontera con la
antigua URSS o pertenecientes a la URSS. De este modo, países como Luxemburgo,
Holanda, Dinamarca, Irlanda, Austria, Suecia, Alemania, Bélgica, Finlandia,
Reino Unido y Francia serían los considerados países más ricos de la Unión
Europea, mientras que España, Italia, Chipre, Grecia, Eslovenia, Malta, Portugal,
República Checa, Eslovaquia, Croacia, Estonia, Hungría, Polonia, Lituania,
Letonia, Rumania y Bulgaria estarían dentro del grupo de los más pobres.
Entonces,
dado la cercanía de los países que voy a mencionar, la pregunta inmediata que
un español se plantearía sería:
¿Por qué
España está menos desarrollada que nuestro vecino más cercano, Francia?
Bueno, la respuesta podría
resumirse en una palabra: historia. O en otra: fortuna.
Como ya se ha comentado anteriormente en “Las ciencias naturales”, desde la perspectiva del método científico podemos considerar que las ciencias experimentales nacieron formalmente en Francia/Alemania en el siglo XVIII con la publicación del libro “Crítica de la Razón Pura” por Imanuel Kant, por lo que no es extraño que experimentara un buen desarrollo también allí. Pero durante los años del inicio de la ciencia formal en Europa, y, por lo tanto, en el mundo, España sufría su mayor crisis.
Lógicamente, si un país no se
preocupa por la ciencia en el momento en que aparece, sus empresas tampoco lo
harán y tal situación costará cambiarla. El problema se agravó cuando España
encontró una forma de enriquecerse sin mucho esfuerzo y en relativamente poco
tiempo con el turismo y la especulación inmobiliaria.
Pero como todo lo que no
requiere esfuerzo, esa era una forma de enriquecerse engañosa, el
resultado fue que a día de hoy, la mayoría de los científicos españoles
se ven en la obligación de trabajar
fuera de este país si quieren hacer de la ciencia su modo de vida.
Pero lasdesgracias no repercutirán solo en los científicos pues España se encontrarátarde o temprano conque realmente no tiene una economía basada en nada establey nuestro falso desarrollo acabará por sucumbir ante la realidad. Lo que nosabemos es cuándo ocurrirá tal cosa.
Pero lasdesgracias no repercutirán solo en los científicos pues España se encontrarátarde o temprano conque realmente no tiene una economía basada en nada establey nuestro falso desarrollo acabará por sucumbir ante la realidad. Lo que nosabemos es cuándo ocurrirá tal cosa.
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